Mi nombre es Javier Sotomayor y nací en Santiago de Chile hace ya 40 años. Si bien se considera una ciudad muy moderna dentro de Latinoamérica, yo nací en los 80’s en plena dictadura militar, en un momento donde las restricciones y libertades individuales no eran prioridad en el país, sino al contrario: aún había violaciones de los derechos humanos y se normalizaban ciertas prácticas como el machismo, la homofobia, transfobia, serofobia y la violencia en cualquiera de sus forma. Ésta estaba impartida desde el estado, así que era muy habitual verla en todos los niveles, sociales, familiares, amicales e incluso en el ámbito educativo.
Mis cuidadores fueron mis abuelos maternos junto a mi madre, quienes me dieron un apego seguro y me entregaron la energía masculina y femenina que hoy la reconozco como parte de mi impronta.
Crecí en un ambiente de mujeres, sabiendo temas de mujeres y rodeándome de esa energía femenina.
Experimenté mi sexualidad muy precozmente con un vecino, como un juego de niños. Luego ya en el colegio experimenté con la bisexualidad, pensando que el hecho de que me atrajeran los hombres sería una situación pasajera. Que luego, cuando fuera creciendo, podría elegir.
Ya fue en la adultez cuando descubrí que mi atracción amorosa era absolutamente hacia los chicos. Que había experimentado la escala Kinsey de sexualidad*, pero que era una sensación momentánea: mi proyección de vida en pareja, mi proyección de futuro, era con un hombre.
Las situaciones estresantes de gestionar mi propio negocio, además de hacer cada día una retrospectiva de mi vida, donde el malestar era generalizado por descubrir que mis concepciones habituales no eran correctas; Mis distorsiones cognitivas, que siempre estuvieron, que tocaba asumirlas y reestructurarlas. Situaciones donde mi homofobia internalizada, que estuvo guardada por años, me dí cuenta de que seguía ahí; Mi sexualidad muy liberada como manera de llenar vacíos y escape a los problemas del día a día (no la vivía conscientemente, sino como una sexualidad de descarga con todo lo que traía consigo: relaciones no saludables, prácticas no saludables y manifestaciones corporales donde mi cuerpo ya estaba agotado de los excesos y no paraba de enviar señales que algo no estaba en orden)… Todo esto me llevo a pedir ayuda y a dejarme orientar por mi primer terapeuta, Cristian, quien en una buena alianza (generando un buen vínculo terapéutico) logró abrir un camino que hasta el día de hoy sigo trabajando, en constante sanación. Esta misma energía quedó en mí y hoy es la que me motiva a poder ayudar a otros y establecer un buen vínculo para acompañarlos en sus procesos y alivianar sus malestares.
En el año 2006, entré en el camino del yoga como practicante, sin entender mucho la filosofía que había detrás. En ese momento buscaba un poco de paz y equilibro para mi cuerpo que estaba recién diagnosticado por VIH y que aún en el duelo no entendía mucho sobre este cambio diario en mi funcionamiento con mi sistema inmunológico deprimido. De la mano de mi Maestra Erika, aprendí diversas técnicas de respiración, asanas, bandhas, mantras, estilos de yoga y de meditación, conseguí la paz que buscaba y a la vez conseguí controlar esos excesos de pensamientos que cada día nos invaden, aprendiendo a canalizarlos y aprendiendo a conectar con mi cuerpo, a calmar mi mente.
Viajaba regularmente a España y en uno de estos viajes fue donde tomé la decisión de migrar y cambiar de país, de seguir creciendo y expandiéndome. Fue así como llegué a Cataluña, a Barcelona. Fue así como me empapé de su gente, de su cultura y de su idioma.
Como había decidido tomarme un año sabático después de vender el restaurante y vender todo lo que había acumulado en Chile, el desapego me llevó a tener solo dos maletas y a ocupar mi tiempo libre en un voluntariado en el área social, Fue así como llegué a Arrels, una fundación que trabaja con gente de la calle (en situación de calle, sinhogarismo), gente que me enseño que todas las personas valemos por igual y que en el fondo buscamos algo en común, “el amor”. Esta gente diversa me enseñó que todos podemos cuidar de alguien y que alguien nos puede cuidar, si lo pedimos.
Estando ya en Barcelona el yoga se convierte en mi filosofía de acción. Así, realicé una formación de un año, de un total de 200 horas Yoga Teacher Trainning YTT-200, que me entregó herramientas valiosas para mi día a día, a nivel personal y profesional. Es la cuna del Mindfulness, práctica que imparto y realizo actualmente.
Hace cuatro años ya que trabajo en BCN Checkpoint, en la recepción de un centro de Salud Sexual para hombres que tienen sexo con hombres y personas transgénero. Mi ingreso aquí me permitió derribar ya del todo mi homofobia interiorizada, además de formarme profesionalmente en el sector sanitario principalmente en Infecciones de transmisión sexual, lo que me aportó experiencia en temas relacionados con la salud sexual.
Posteriormente al confinamiento, decido emprender un Máster en Terapia Sexual y de Pareja, lo que me lleva a aunar todas las áreas que había experimentado y que he desarrollado en los últimos cuatro años, hacia la orientación y el coaching sexual a nivel individual y de parejas. Es por ello que comienzo como facilitador de Talleres de Sexualidad y creador de un Circulo de Hombres Resiliente para personas que viven con VIH.
Como facilitador de Círculos de Hombres y talleres psicosociales para hombres gay y/o hombres que tienen sexo con otros hombres, mi experiencia en el sector socio-sanitario se retroalimenta a través de la interacción, orientación y counselling de visitas diarias al centro comunitario BCN Checkpoint, donde mi contacto directo con usuarios me permite sondear como viven su sexualidad, como se comunican y la expresan. Esto en conjunto con el temor y la ansiedad que sufren ante la desinformación sobre salud sexual o simplemente mitos y tabúes con respecto a su vivencia en materia de sexualidad.
Mi formación en Máster en Terapia Sexual y de Pareja me entrega las herramientas necesarias para romper dichos tabúes, facilitar la información y re-educar en materia sexual, anticipándonos a recurrir de especialistas ante disfunciones sexuales o patologías asociadas a la falta de bienestar a nivel sexual, afectivo y emocional.
Adicionalmente, mi formación de Instructor de Yoga, y como practicante de dicha disciplina tradicional, conocedor sobre Tao y Tantra, me permite tener una visión de como la causa, el origen y el asiento de todos los problemas de ser humano, se producen en la desconexión con su ser interior. El camino del Yoga y del tantra buscan reconectar con este ser interior en dos vías contrarias, pero con un mismo fin.
Mi vivencia personal como hombre gay, fuera del armario, libre de estigmas, miedos y prejuicios por vivir con VIH, me ha permitido hacer el trabajo de couselling a mis pares transmitiendo mi resiliencia y capacidad de superar duelos, a través del desapego y el camino del yoga que permite mediante la corporalidad, que es el vehículo por el cual vivimos y alcanzamos un camino de autorrealización, conseguir una mejor calidad de vida, mejorar la salud del cuerpo y la mente, reconciliarnos con nuestra sexualidad, incrementar la paz interior y la confianza personal, e incluida la expansión del corazón.
*La escala de Kinsey es una escala creada por el biólogo Alfred Kinsey en el Informe Kinsey, que establece siete diferentes grados de comportamientos sexuales, cuando tradicionalmente se consideraban sólo tres (heterosexual, bisexual y homosexual)